¿Qué hemos aprendido hoy?


¿Qué has aprendido hoy?, ¿qué has aprendido esta semana?, ... 
Recuerdo que estas preguntas y algunas otras más me las hacía tanto mi padre como mi padre cuando me venían a recoger de la escuela camino de casa. Son preguntas potentes que te invitan a reflexionar y actuar. Si no has aprendido nada, ¿de qué te ha servido el día?

Siempre comentamos que todos los días se aprende algo, ¿verdad? No me lo creo si sólo nos quedamos en ese estadio de medio reflexión cuasi positiva. Si de verdad algo has aprendido; primero,  ¿cómo soy consciente de que lo he aprendido? y segundo, ¿cómo voy a aplicar los conocimientos (y habilidades) que he aprendido.?

En todas las acciones de formación que diseño e imparto mantengo una constante. me sirve para cerrar la sesión, la acción invitando a la audiencia a reflexionar y a prepararse para la acción al día siguiente de haber finalizado la formación. Es importante no procrastinar esta actividad.

¿Qué hacemos entonces?
Fácil; en primer lugar, reflexionar sobre lo que has aprendido y sobretodo escribirlo. No sirve de nada pensar, pensar y no dejarlo por escrito. Solemos no escribir lo que pensamos y no sabemos que cuando lo escribimos nuestra percepción sobre aquello que hemos pensado (y aprendido) va cambiando.

Y una vez lo tenemos por escrito hay que buscar cual es el momento, la situación en donde puedo aplicar los conocimiento. Para eso tenemos que crear un plan de acción asociado al aprendizaje que deseamos aplicar. Aquí tiene un valor especial la acción de desarrollo que el jefe debe/tiene que proporcionar.

Está claro que el sujeto responsable del aprendizaje y s transferencia es la propia persona que asistió a la acción pero también es cierto que tanto el formador (si así se contempla), el jefe y el rol de RR.HH. deben proporcionar los medios y el entorno que facilite la introducción y transferencia de lo aprendido a la realidad laboral. Así demostraremos la eficacia de los aprendizajes.


Un encuentro, una solución

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